Las continuas masacres provocadas por la burguesía internacional, que habían desangrado a la clase obrera, así como su empeño en esclavizar cada vez más a trabajadoras y trabajadores, hizo que al final de la II Guerra Mundial se reunieran sindicatos europeos en París para hacer un frente común. El 3 de octubre de 1945 nace la Federación Sindical Mundial aprovechando el auge de la lucha antifascista para luchar contra el capitalismo y el imperialismo, Hoy celebramos 80 años de un acontecimiento que la Historia trata de borrar pero que ha quedado indeleble para la clase obrera internacional.
No tardaron los gestores del sistema capitalista en percibir el peligro que suponía para sus intereses la creación de la FSM, ya que podía extender la ideología y las prácticas del estado obrero que había tomado el poder en la URSS en 1917. Unas prácticas que les obligó a realizar concesiones en materia de derechos laborales y prestaciones sociales para evitar el auge de partidos políticos y sindicatos obreros que emularan la experiencia soviética a través de las urnas. Surge el concepto del “estado del bienestar” como cortina de humo para invisibilizar la “cortina de hierro” que había separado Europa en dos bloques.
A su vez, empiezan a introducir “quintacolumnistas” dentro del movimiento obrero para intentar destruirlo desde dentro. El propio debate sobre el colonialismo, que apuntaba a la línea de flotación del imperialismo, que proclamaba la igualdad de derechos de todos los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo y que ya había sido fuente de ruptura en la izquierda en los años previos a la I Guerra Mundial, se vuelve a utilizar para fracturar la incipiente organización obrera. El imperialismo no escatima medios para subvencionar a organizaciones sindicales controladas por la socialdemocracia que ya en el 2º Congreso de la FSM, en 1949, se niegan a condenar la creación de la OTAN y, por tanto, a apoyar las políticas guerreristas contra los estados obreros y contra los países que se sacudían el colonialismo apoyados por los primeros.
Nace la CIOLS, más tarde se llamará CSI, a la que se suman sindicatos colaboracionistas con el triste discurso de que el progreso de la clase obrera va parejo al progreso de la patronal, rompiendo de un hachazo con la ideología marxista que proclamaba la lucha de clases como motor de la historia. Sindicatos como CCOO y UGT no han hecho ascos a las inmensas subvenciones de los estados burgueses y de la patronal hasta convertirse en unas estructuras más de explotación del sistema capitalista, necesarios para desideologizar y desviar el punto de mira que la clase obrera necesita para su emancipación.
La FSM fue la que, aprovechando las conquistas de la clase obrera en la URSS, coordinó las luchas victoriosas del sindicalismo de clase de los años 1945 a 1990. En esta etapa, con grandes luchas y sacrificios (huelgas, despidos, detenciones, exilio, asesinatos, etc.), se arrancaron a la patronal, en los convenios, y a los estados, en las leyes, determinados derechos como vacaciones pagadas, derecho a la Sanidad y Enseñanza Públicas, gratuitas y de calidad, Pensiones para la jubilación, limitación del horario de trabajo y de las horas extras, derecho a la negociación colectiva…
Pero todo ello lejos de los logros en la URSS: salario mínimo y digno para toda la clase trabajadora, descanso semanal remunerado, vacaciones remuneradas, licencia por maternidad, transporte público de alta calidad subvencionado, calefacción subvencionada, vivienda digna asegurada para toda la población, cero inflación, educación gratuita, laica y obligatoria para toda la población, alfabetización del 100% de sus habitantes, universidades e institutos de investigación del más alto prestigio a nivel mundial, salud de alta calidad gratuita para toda la población, completa erradicación de la desnutrición, plena igualdad de derechos para hombres y mujeres, voto femenino, derecho de aborto, divorcio legalizado…
De la misma forma que el sistema capitalista trabajó para destruir desde dentro el movimiento obrero, también lo hizo contra la primera experiencia de la historia de un estado obrero. Los grandes recursos invertidos para revertirla hizo que el sistema colapsara y, en esa crisis, la FSM perdió muchos afiliados. Fueron casi 50 años de continuos ataques y persecución de unas organizaciones que la democracia burguesa no permitió concurrir en condiciones iguales.
Pero desde entonces su recuperación es una realidad y en estos momentos la FSM cuenta con 110 millones de afiliados en los cinco continentes erigiéndose, por su capacidad y por su ideología, como la única amenaza real contra el sistema capitalista y como la única esperanza para la clase obrera y para los pueblos explotados. En un mundo donde las formas de explotación laboral son cada vez más sutiles pero donde, a su vez, se combinan con otras formas más burdas que muestran la verdadera cara fascista de la patronal, los sindicatos de la FSM somos cada vez más necesarios que nunca para organizar a la clase trabajadora, ideologizar a las masas y prepararlos para la lucha.
Es la única manera de derrocar un sistema explotador y volver a coger el testigo que a los sindicatos obreros nos ha reservado la Historia.
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